domingo, 28 de diciembre de 2008

Sueño de Navidad 2000

Hace ocho años, una niña de solo 11 años, Diana Lorena Méndez Ospina, escribió este texto que le entregó a Dr. Andes Kommpas, delegado de Naciones Unidas para los Dererechos Humanos en Colombia, con motivo de la visita que este hizo a la vereda Alaska de Buga, a raíz de la masacre que pepetraron los paramilitares y que ocasionó el exodo masivo de los campesinos.
"Al medio día del día de Navidad, caminando por el Derrumbado, al llegar al monumento de la Virgen, me encontré con una preciosa mariposa, que con su alegre volar, me condijo a un jardín de rosas, donde me esperaba un ángel, que me preguntó cuál era mi sueño de Navidad.
Yo le respondí que mi mayor anhelo en esta navidad era la paz para toda la humanidad y especialmente para mi país Colombia. Yo le dije al ángel que deseaba que todos los niños de mi país vivieran sin miedo, que los papás siempre tuvieran trabajo para que pudieran darles educación, salud y comida a los hijos, que todos tuvieran una casa bonita y que no hubiera más desplazados, ni armas, ni secuestros, ni nada malo.
El ángel me dijo que con otros ángeles iba a hacer una encuesta para saber que pensaban los demás niños y así contar con la opinión de todos. El ángel me dijo “es posible que otros niños quieran solo juguetes y vacaciones”.
Volví a mi casa y les conté lo sucedido a mis papás y ellos se mostraron muy sorprendidos. Me dijeron que a todos los niños buenos se les aparecen los ángeles y les conceden sus deseos.

En la noche de Navidad se me apreció otra vez el ángel y me dijo que ya habían preguntado a todos los niños del planeta cuál era el mayor deseo de todos ellos, y que todos, niños y niñas, habían contestado que lo mejor era la paz.
Entonces me contó que desde esa misma noche todos los ángeles iban a ayudar a los niños y niñas a hacerle entender a los adultos que mandan en el país, que no es suficiente que regalen juguetes y vacaciones a los niños, sino que lo más importante es la paz y que no disparen las armas porque asustan a los niños.
Yo le creo a los ángeles y por eso creo que muy rápido vamos a vivir todos en paz.
Diana Lorena actualmente estudia Ingenieria Civil en la U. Javeriana de Cali.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Una historia de amor llamada LINDA ADELINE

Hace frío, son las 4:30 de la tarde y el otoño ya se va robándonos la luz, mientras Martha Helena espera sentada, en la parada del autobús que sean las 4:38 para tomarlo y verse con su esposo Peter en el centro del pueblo.

Caminando lentamente y apoyada en un par de muletas, se aproxima una señora, que se sienta junta a ella. Martha descubre que ella quiere instaurar conversación y debido a la falta de palabras en alemán, Martha saca una revista de manualidades, la misma que ha estado trabajando todo estos días para hacer las artesanías que llevará al mercadillo de navidad. Con este escudo ella cree que la señora desistirá de iniciar una conversación.

La señora, comida por la curiosidad, dirige su mirada a la revista que Martha tiene en sus manos. Descubre que está llena de anotaciones, de rayas, de modificaciones a los modelos que vienen en la revista. Y ahí fue TROYA!

La señora empezó a decirle, entre señas y palabras, que ella hacia manualidades y de una forma mágica empezaron a entenderse pues hablaban el mismo idioma: el de las manos que trasforman cosas simples en hermosos objetos. Y todo eso paso en 5 minutos.

Martha le dijo que se despedía pues debía tomar el autobús que estaba llegando, el de las 4:38, pero para alegría de las dos, la mujer de las muletas también iba en la misma dirección, camino del hospital, a su cheque de mes. Así que, Martha la ayudó a subir el autobús que se inclinó para que esta mujer pudiera subir y se sentó en un lugar especial para personas mayores con dificultades de movilidad. En el autobús, Martha le explicó que estaba elaborando artesanías para un Mercadillo de Navidad en el parque de Lindengut para apoyar los niños y niñas de Cartagena y Los Patios, en Colombia.

La señora, se quedó mirándola y sin decir una palabra, abrió su bolso, rebrujó en él. Sacó un lápiz y una libretica de color naranja, buscó una hoja limpia y le pidió a Martha que le escribiera su dirección y su nombre. Martha medio aturdida por el pedido, simplemente escribió su nombre y la dirección de su casa y le devolvió la libreta y el lápiz a la señora justo en la parada del hospital.
La ayudó a descender, el autobús continuó su marcha y Martha se fue alejando con la mirada en esta vieja mujer que lentamente cruzaba la puerta del hospital.

No habían pasado ocho días, cuando el cartero llegó a su apartamento y le entregó una caja proveniente de una dirección de la ciudad, cuyo remitente era una persona desconocida. Sin embargo, viendo que su nombre y apellidos estaban muy bien escritos, aceptó el paquete, se dirigió a la sala, se sentó y llena de curiosidad empezó a abrirlo lentamente.

No lo podía creer: Con sus ojos llenos de lágrimas, contemplaba que la caja estaba llena de herramientas y materiales para trabajos manuales, delicadamente dispuestos y ordenados y junto a ellos, doblada una hoja de papel naranja con una notica que decía: Sra. Martha Mahler: para que siga haciendo cosas hermosas con sus manos para los niños de su país, que debe ser muy bello si ha creado personas como Ud. Atte. Linda Aline Bitshnau." Era la mujer del autobús y hasta ahora sabía su nombre: Linda Aline.

Martha miró inmediatamente la dirección del remitente, tomo una hoja de papel y le escribió una nota invitándola a participar en el mercadillo de Navidad y a tomar un café de Colombia con ellos. le pegó la estampilla y la colocó en el buzón de correos que esta a solo 50 metros de su casa.

Allí llegó, el domingo 30 de noviembre, caminando lentamente apoyada en un par de muletas, como la había visto la primera vez llegando a la parada del autobús. Venia luciendo sus cabellos blancos y una hermosa sonrisa que hacia juego con su blazer rojo y el collar de ámbar que ella misma había hecho en el invierno pasado. En su bolso, lleno de cachivaches, venía un álbum lleno de recuerdos en blanco y negro que quería compartir con esta mujer extranjera y su esposo, que seguía pensando en los niños y niñas de su país. Martha la esta esperando con una muñeca que había hecho con los materiales que ella le había regalado y un café de esos que se hacen en colador de tela y que tienen sabor de hogar.